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Autor: Cristian Espinoza Taibo.

Emprender es difícil, en la industria que sea. No quiero con estas palabras desanimar a nadie, pero iniciar un negocio desde cero, conseguir que tenga tracción y sobrevivir es toda una odisea de la que generalmente no se habla mucho. Lo que solemos escuchar y leer son las historias de éxitos, de personas muy jóvenes que pareciera que tuvieron un golpe de suerte de la noche a la mañana y ahora son mega super millonarios y con mucho poder sobre las industrias en las que participan. Pero hay un lado B, como en todo.

 

Emprender implica trabajar mucho, más que si estuvieras contratado, y al principio sin la certeza de que vas a recibir un sueldo al final del mes. Es luchar contra la incerteza y las dudas cuando las cosas no andan bien, y mantenerte a flote cuando todo el mundo, incluyendo aquellas personas cuya opinión respetas y valoras, te dicen que debieras dejarlo. Emprender implica cambiar, y en muchos casos, como decía Stephen King, “kill your darlings”, dejar aquellos productos o soluciones que te encantan pero que no tienen un asidero comercial y no debieras estar vendiendo.

 

Emprender es aprender, todo el tiempo, de forma continua, sin miedo a descubrir que no sabes nada, controlando tu ego de sabelotodo que te puede dominar en algún momento. Significa confiar en las competencias de los demás, no asumir que eres un superhéroe infalible y apoyarte en los demás en lo que tal vez no eres el más indicado para tomar ese rol. Emprender es desnudar tu ego y enfocarte en tu meta.

 

Quiero compartir el cómo veo esto luego de 19 años como emprendedor, con altos, bajos, intermedios, y mucho, mucho aprendizaje de por medio.

 

La meta, ¿por qué haces lo que haces?

Mi primera recomendación es que veas (probablemente ya lo hiciste) esta charla TED de Simon Sinek en que habla de los motivos para hacer lo que uno hace. Como muchos de estos discursos, hay cosas que se ven un poco obvias luego de verlo, pero es una idea muy importante. Sinek divide su análisis de un enfoque de negocios en tres preguntas: qué, cómo y por qué. Según él muchas empresas y emprendedores se enfocan mucho en el qué (“tengo el mejor producto, una solución increíble, un software revolucionario”), en lugar del “por qué”, que es lo que debiera estar motivando el esfuerzo.

 

Un ejemplo: en u-planner nos hicimos esta pregunta al principio, cuando sabíamos que teníamos capacidades matemáticas, de desarrollo de software, de ingeniería y de experiencia en educación. En un principio nos vimos frente a un algoritmo de alta complejidad que permite optimizar la oferta educacional de las universidades, y nuestro riesgo estaba en concentrarnos en la solución, en la matemática. La pregunta que nos hicimos desde el principio fue “¿y por qué hacemos esto?”. La conclusión llegó rápida: creemos firmemente en que la educación en el mundo debe mejorar, como camino de igualdad de oportunidades y pensando en la mejora de vida de las personas y de las sociedades ¿Cómo lo hacemos? Ayudando a las instituciones educativas a transformar sus datos crudos en información, conocimiento y sabiduría operacional  ¿Qué hacemos? Soluciones de software y algorítmicas que optimizan y mejoran procesos internos de las universidades.

 

¿Qué te motiva?¿Es sólo el sueño de ser millonario algún día o quieres dejar un legado, una mejora en el mundo?¿Con qué sueñas?

 

Aprendizaje continuo

Emprender es aprender todo el tiempo, y no sólo del negocio, de estrategia o de las tecnologías que utilices. Por supuesto cada una de esas cosas es muy importante por si mismas, pero quisiera mencionar algunas menos mencionadas en general desde mi perspectiva personal (estoy seguro que cada persona en u-planner puede tener una mirada distinta sobre esto, eso es lo bueno de trabajar en equipo)

1. Competencias propias del negocio

Al iniciar una empresa típicamente uno lo hace desde el convencimiento de que puede aportar algo nuevo, algo que las personas o empresas desean o necesitan. Que nuestras capacidades y habilidades están a la par de lo que se necesita para crear nuestro producto. Pero esto puede ser una trampa.

 

Tomar la posición de que “sé todo sobre esta industria” o que simplemente sabemos mucho más que el resto hará que la soberbia nos ciegue ante oportunidades de aprender. Y SIEMPRE debemos aprender más de lo que hacemos, y especialmente del aspecto teórico que rodea lo que hacemos.

En nuestro caso en u-planner no bastaba con saber de tecnología y matemáticas, sino que siempre, desde el principio, fue clave entender cómo los vicerrectores académicos, rectores y otros actores de las universidades piensan. Qué necesitan, pero también qué saben. Ponernos a la altura de una autoridad universitaria para mostrarle nuestra propuesta no fue fácil, y sigue implicando un estudio permanente unido a la humildad de siempre asumir que nos falta mucho por aprender, porque siempre será así.

 

2. Aprendizaje cultural

Uno de mis últimos roles en u-planner fue iniciar hace unos años nuestra operación en Colombia, tomando como base de operaciones Bogotá, probablemente una de las ciudades donde mejor se habla el idioma castellano. Yo soy chileno, y, cómo decirlo, en Chile hablamos un castellano diferente: muy rápido, nos comemos algunas letras, y usamos modismos diferentes como en todo país. Nadie me entendía nada.

 

Mis primeros meses en Colombia fueron de una adaptación total, no sólo en términos de conocer la industria local, sino que de aprender a hablar de nuevo. De saber que un “tinto” no es un vino sino un café, hasta hablar lento, pausado, modulando correctamente. Aprender que las regiones de Colombia tienen muchas diferencias entre sí, entender ciertas diferencias culturales aún más sutiles que sería muy largo explicar aquí.

 

Lo que quiero decir con esto es que a veces nos acostumbramos tanto al sonido de nuestra propia voz que nos convencemos de que somos los mejores presentando y que es un placer para cualquiera escuchar lo que tenemos que decir. No necesariamente es así, y aquí entra de nuevo la humildad en juego: debemos adaptarnos a nuestra audiencia, sin perder nuestra esencia. Las palabras que usamos, la estructura, el tipo de mensaje, los protocolos.

 

Cada país y cada región son mundos diferentes desde los cuales podemos aprender, y no sólo de negocios, sino de la vida misma.

3. Aprendizaje emocional

La vida del emprendedor está llena de emociones fuertes. Desde la alegría gigante de un triunfo, de cerrar un negocio, de un comentario positivo de un cliente y sentir que lo que hacemos tiene sentido. A otras difíciles de manejar, como el exceso de trabajo, mucho stress y la presión absoluta de cuando las cosas tienen que salir bien como sea porque mucho depende de ello.

 

La presión, como todos sabemos, puede transformarnos. Sandra me compartió hace unos días un artículo donde plantean que el stress es la combinación de la presión y de la incapacidad de dejar de pensar en el problema. Generalmente cuando iniciamos una aventura de emprendimiento uno se imagina trabajando duro en buenas condiciones, donde todos somos adultos y podemos tener conversaciones racionales. Pero ¿qué pasa cuando estamos todos con déficit de sueño, de pésimo humor y muy estresados? Es ahí cuando se pueden originar conflictos que deben ser manejados correctamente por el equipo, iniciando por cada uno de nosotros. No somos de piedra, pero es muy importante mantener algunas neuronas activas para evitar explotar y mantener la racionalidad constructiva.

 

Aquí una nota adicional: los equipos son lo máximo. Ante estos escenarios de máxima presión es muy importante saber que no estás sólo. No sólo somos colegas o socios en esta aventura, somos un equipo que funciona como una unidad. Cuando uno de nosotros está algo caído, el resto lo podrá ayudar a levantarse. Suena cliché, pero la humanidad de los equipos puede ser una de las claves del éxito junto con una buena estrategia y un buen servicio.

4. Perseverancia y resiliencia

Dejé para el último uno de los aprendizajes más importantes, en mi opinión, para avanzar: saber manejar las dificultades, saber levantarse luego de un golpe y evitar esa sensación de querer tirar todo por la ventana cuando algo sale mal.

 

Como emprendedor vas a salir golpeado, eso es una garantía. Hay cosas que ocurrirán para las cuales no tendrás una respuesta inmediata, y habrán problemas más complejos que muchos de los que has vivido laboralmente. Por ahí leí una frase, creo que de Steve Jobs, sobre que la diferencia entre quienes lo logran y quienes no, está en la perseverancia. Más allá de si fue él o no, creo que tiene toda la razón.

 

Por mi parte, y la del equipo del que formo parte, tenemos un largo camino aún por delante, pero estoy claro a estas alturas que la base de lo que somos ha sido esta capacidad de reinventarnos, de tomar riesgos y de insistir una y otra vez en nuestro gran objetivo. Ahora que nos hemos expandido por toda América suenan lejanos a veces los problemas que teníamos al principio cuando decidíamos sobre las primeras versiones de los productos mientras pensábamos cómo pagar el arriendo de la oficina.

 

Los golpes siempre vendrán, así como las alegrías. Creo firmemente en la teoría del Mindset de Crecimiento de la Dra. Carol Dweck, sobre que estas capacidades pueden ser desarrolladas y entrenadas. No creo que unos y otros sean, de fábrica, mejores para soportar cosas y no haya que hacer. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de mejorar si creemos que podemos, incluyendo en la forma de volver de las cenizas.

Palabras finales

Aprender, esa es la palabra final. Aprender, cambiar, adaptarse, no creer que está todo escrito por el destino, la genética o lo que sea. Aprender y estar abierto a hacerlo, bajar el ego y asumir que siempre somos aprendices.

 

Después de todo, la vida sería muy aburrida si no fuera así.

 

Cristian Espinoza

Gerente de Innovación

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u-planner.com  

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