Hace muchos años cuando trabajaba en QUALA S.A. le escuchaba decir al presidente de la compañía que una idea no vale nada. Y esto lo mencionaba porque constantemente, personas externas a la organización le ofrecían “venderle ideas” de negocio.
En ese entonces me parecía bastante fuerte la frase, ¿cómo así que las ideas no valen nada? Y entonces, ¿todas las buenas ideas de productos que hemos lanzado, ¿no importan?
Años después, cuando la experiencia me ha ayudado a entender la profundidad de esa simple frase, me veo a mi misma diciéndola una y otra vez y viendo como las personas a mi alrededor se impactan al escucharla.
Y es que, estamos en una sociedad que vive enamorada de las ideas, este ha sido uno de los grandes aprendizajes de ser un catalizador de innovación. En un contexto general, Latinoamérica es una región de palabras (como diría Andrés Oppenheimer en su libro Basta de Historias). Durante mucho tiempo nos vendieron la idea de que hacer innovación o ser innovadores se trataba de ser extrovertidos (algo así como “ovejas negras”, “rebeldes” que llenan decenas de post it con “ideas”), o que una compañía innovadora es aquella que crea eventos divertidos cada semana.
Por supuesto para que la innovación suceda necesitamos ideas. Pero lo que pocos dicen, es que las ideas son una respuesta. Entonces, necesitamos hacer preguntas poderosas que disparen las ideas. Y además necesitamos implementar: lo que realmente vale, es la posibilidad de hacer realidad las ideas.
¿Cómo entonces podemos desenamorarnos de las ideas? Y sobre todo, ¿Por qué vale la pena hacerlo?
Una persona que asistió a una de mis clases en vivo, me preguntó hace poco:
¿En el caso en que esté enamorada de una idea, hay alguna posibilidad de desenamorarme de ella?, ¿cómo saber que en realidad es una idea que no conduce a nada?
Esta es una pregunta crucial y es una de las cosas mas difíciles de saber; pues se necesita poder balancear la VISIÓN, la OPORTUNIDAD y las CAPACIDADES.
Les comparto mi recomendaciones:
- Enamórate del problema, no de la Solución: asegúrate de “revisar” si encontraste un dolor, un problema que alguien (o muchas personas) quieren resolver. Y esto te lo tienen que decir las personas, no basta con que tu lo creas. Piensa en el ejemplo de WAZE ¿Qué problema resuelve? Ve más allá de cómo lo hace. El creado de Waze dice: “Enamórate del problema, no de la solución… Si eres consistente y persistente en resolver el problema, serás exitoso”
- Pregunta, observa: no te quedes solo con lo que piensas. Es importante superar el miedo al “me van a robar mi idea si la comparto”. Si temes compartir tu ideas es porque en realidad temes no ser capaz de ejecutarla. Si la compartes, la pones a prueba, la evalúas y sobre, todo puedes encontrar aliados para hacerla realidad.
- Confía en tu intuición pero evalúa “objetivamente” por qué es tan importante para ti la idea . ¿Qué te está impulsando? ¿Qué quieres lograr? ¿Qué quieres cambiar? ¿A quién le genera valor esta idea?
- Busca si otros ya están haciendo lo que tu quieres hacer: Decir “mi idea es algo que no existe, no tengo competencia” es muy peligroso. Es importante entender el mercado y los productos complementarios; pregúntate cual es el problema que resuelve tu idea y cómo tus usuarios potenciales están hoy resolviendo ese problema, necesidad o deseo. Esa es tu competencia. Pregúntate luego: ¿tu, qué vas a hacer diferente? ¿por qué te van a preferir a ti? (y ojalá no sea por precio).
No es malo partir de una idea, lo que es necesario es rápidamente validar QUÉ PROBLEMA RESUELVE y PARA QUIÉN y esto sólo se logra con la observación, preguntando, investigando.
Mi invitación hoy es a no enamorarse de las ideas y sí de los problemas (retos/ necesidades/ deseos) de personas reales. Porque cuando encuentras un problema que vale la pena resolver, las respuestas (las ideas) llegan más fácil.
Te propongo un ultimo ejercicio:
Escoge dos o tres marcas o productos específicos que te gusten, y trata de identificar qué necesidades o deseos (funcionales, emocionales o sociales) resuelven y a que tipo de personas le están hablando.
Aprender a leer, lo que comunican y a quien le hablan los productos y las marcas, te ayuda a afinar el criterio para diferenciar entre el problema y la solución.
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